Procurar alimentos es una actividad permanente de los seres vivos, desde la forma instintiva de organismos simples, hasta la mayor sofisticación de los humanos, quienes se hicieron sedentarios cuando encontraron en la agricultura, la forma de satisfacer su apetito constante. La producción alimentaria es posible por la interacción del conocimiento del hombre con el medio ambiente: suelo, agua, aire, fauna y vegetación, para generarse los elementos que requiere su organismo para funcionar.
Los alimentos son el origen y base de la salud de las personas, el funcionamiento del cuerpo humano es posible por las sustancias que se generan a partir de lo que comemos y bebemos. Las sociedades mismas se definen históricamente por su alimentación, eslabón fundamental de sus tradiciones y cultura; también preocupación central de padres de familia y gobiernos de todo el mundo, quienes han visto grandes avances pero también peligrosos retrocesos en la forma de satisfacer esta permanente y creciente necesidad.
Avances por que la ciencia ha tenido enormes logros en la domesticación de especies, formas de propagación y descubrimiento de propiedades de gran cantidad de vegetales y animales para también gran diversidad de usos. Retrocesos porque muchos de los supuestos avances, particularmente de los de la llamada “revolución verde” con el tiempo se han tornado en contaminación y degradación atmosférica, de suelos y aguas; dependencia, concentración de la riqueza en la cadena de proveeduría e intermediación y un mal negocio por todos los ángulos en los que se les mire.
Por ejemplo uno de los agroquímicos convencionales emblemáticos: la urea, fertilizante nitrogenado derivado del gas natural, proveniente de yacimientos fósiles petrolíferos: mal negocio para todos vía la atmósfera, porque su proceso de fabricación es peligroso, potencialmente tóxico y contribuye por triplicado con los gases efecto invernadero. Mal negocio principalmente para el agricultor, porque al comprarlo tiene que pagar altos precios del transporte y almacenamiento, ocultos en la voraz intermediación y frecuente especulación; porque al aplicarlo se pierde la mitad que se diluye, se escurre en el agua que contamina y a su paso destruye la microbiología del suelo, generadora de la fertilidad natural de la tierra.
Todo en lugar de conseguir los requerimientos de nitrógeno de los cultivos fijándolo del que hay en la atmósfera con inoculación de hongos y bacterias benéficas; aportándolo de fuentes derivadas del composteo y reciclaje de minerales, residuos animales y vegetales que además su elaboración genera economías locales, encadenamientos productivos urbano-rurales. Esquemas en los que producir alimentos no se hace a costa del medio ambiente que lo permite, por el contrario, que lo hace previniendo riesgos de contaminación, favoreciendo la recuperación de los ciclos de fertilidad, calidad del agua y suelos. Contribuyendo con la economía local y regional.
La producción orgánica, biológica o ecológica de alimentos, única forma de garantizar en el mediano y largo plazos, la permanencia de las actividades agropecuarias sustentablemente, ha crecido notablemente en las principales economías del mundo, impulsada por la demanda de productos de alta calidad, cuya cadena de custodia es encargada a organismos de control o certificadoras como México Tradición Orgánica (Metrocert SC), prestadora de servicios mexicana quienes, gracias al acuerdo de colaboración con el Instituto para la Certificación Ética y Ambiental (ICEA) de Italia, líder de la actividad en su país y ocho más; damos fe por medio de un logo y código, a productos con este atributo de calidad, que se distinguen en los mercados nacional y de exportación.
Mauricio Soberanes Hdez.
Director General
Los alimentos son el origen y base de la salud de las personas, el funcionamiento del cuerpo humano es posible por las sustancias que se generan a partir de lo que comemos y bebemos. Las sociedades mismas se definen históricamente por su alimentación, eslabón fundamental de sus tradiciones y cultura; también preocupación central de padres de familia y gobiernos de todo el mundo, quienes han visto grandes avances pero también peligrosos retrocesos en la forma de satisfacer esta permanente y creciente necesidad.
Avances por que la ciencia ha tenido enormes logros en la domesticación de especies, formas de propagación y descubrimiento de propiedades de gran cantidad de vegetales y animales para también gran diversidad de usos. Retrocesos porque muchos de los supuestos avances, particularmente de los de la llamada “revolución verde” con el tiempo se han tornado en contaminación y degradación atmosférica, de suelos y aguas; dependencia, concentración de la riqueza en la cadena de proveeduría e intermediación y un mal negocio por todos los ángulos en los que se les mire.
Por ejemplo uno de los agroquímicos convencionales emblemáticos: la urea, fertilizante nitrogenado derivado del gas natural, proveniente de yacimientos fósiles petrolíferos: mal negocio para todos vía la atmósfera, porque su proceso de fabricación es peligroso, potencialmente tóxico y contribuye por triplicado con los gases efecto invernadero. Mal negocio principalmente para el agricultor, porque al comprarlo tiene que pagar altos precios del transporte y almacenamiento, ocultos en la voraz intermediación y frecuente especulación; porque al aplicarlo se pierde la mitad que se diluye, se escurre en el agua que contamina y a su paso destruye la microbiología del suelo, generadora de la fertilidad natural de la tierra.
Todo en lugar de conseguir los requerimientos de nitrógeno de los cultivos fijándolo del que hay en la atmósfera con inoculación de hongos y bacterias benéficas; aportándolo de fuentes derivadas del composteo y reciclaje de minerales, residuos animales y vegetales que además su elaboración genera economías locales, encadenamientos productivos urbano-rurales. Esquemas en los que producir alimentos no se hace a costa del medio ambiente que lo permite, por el contrario, que lo hace previniendo riesgos de contaminación, favoreciendo la recuperación de los ciclos de fertilidad, calidad del agua y suelos. Contribuyendo con la economía local y regional.
La producción orgánica, biológica o ecológica de alimentos, única forma de garantizar en el mediano y largo plazos, la permanencia de las actividades agropecuarias sustentablemente, ha crecido notablemente en las principales economías del mundo, impulsada por la demanda de productos de alta calidad, cuya cadena de custodia es encargada a organismos de control o certificadoras como México Tradición Orgánica (Metrocert SC), prestadora de servicios mexicana quienes, gracias al acuerdo de colaboración con el Instituto para la Certificación Ética y Ambiental (ICEA) de Italia, líder de la actividad en su país y ocho más; damos fe por medio de un logo y código, a productos con este atributo de calidad, que se distinguen en los mercados nacional y de exportación.
Mauricio Soberanes Hdez.
Director General